México, el pueblo encargado del orden universal  

Cientos de miles de guerreros sacrificados en la gran Tenochtitlán me impiden sólo olvidarme de dónde están los cimientos del cielo, el magnetismo de los tzompoantlis, de los símbolos, de los genes adormilados, de la lengua avergonzada pero viva, del canto-flor un poco vejado, de los millones de seres que se arremolinan en las antiguas calzadas sin saber bien por qué, sin entender por qué no volverse a sus lugares de orígen ahora que la grandeza ha pasado, si ya todo se ha desmoronado, si ya ni el alga crece en Texcoco y las serpientes se han acabado.

Pero no, algo nos llama, nos retiene, nos anida, algo sin mucho sentido , enorme en la sinrazón, ¿serán las almas de los guerreros sacrificados? El bebedero solar, el espejo nocturno, el Valle que cerraron los volcanes, donde Huehuetéotl fue cubierto por las lavas del Xitle, donde el guía se convirtió en Huitzilopochtliy, donde Tezcatlipoca se burla de la estupidez de los macehuales.

¡Ay, mis hijos se sumarán al lamento de la llorona! Pero los cimientos del cielo son indestructibles, ahí está el ombigo del mundo, florecerá el corazón de Cópil y el pueblo lunar, el pueblo del sol, tendrá clara una vez más su misión, la de estar encargado del orden universal.

Xotlatzin >< :>
Lunes 13 de julio de 2009; 22:12 hrs.


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No me fatiga la tempestad sino la náusea (Séneca).