La raza cósmica me ha jalado  

El horizonte se me precipita, es como si la línea me succionara, mi caer no es hacia el centro de la Tierra sino hacia el corazón del Sol, esas auroras boreales son manchas de otros corazones con los que comparto el sino.

En algunas tormentas los granos afilados de la arena recién despeñada pintan mis mejillas con hilos púrpura-escarlata. Soy rápido pero no lo suficiente para cortar mi ombligo que gravita en este mundo planetario, ¿estaré también condenado al eterno retorno? Me aterra el pensarme en un continuo caer rasante, sólo el águila mexicana me clava la mirada llena de reflejos áureos y me pregunta sin decirlo si es hora de que me aviente la serpiente. Yo me opongo, quiero ir un poco más rápido, sólo superarme a mi mismo una fracción de segundo cada ciclo, si lo logro dejaré de caer para perderme en una elipse más elevada.

¿Pero es que no lo veo? ¡Caigo a ésa estrella y creo que lo hago hacia la Tierra! Ahora lo comprendo todo y me paro, ya no lucho ¡pues ya con el nacer lo había alcanzado! ¿Por qué siempre persigo lo que tengo?

Ahora todo es negro, las auroras son ya una dona bajo mis pies correosos y siento cómo el viento solar cauteriza mis heridas faciales.

Me precipito al Sol y los campos vectoriales secundarios se debilitan en mi ombligo ¡La raza cósmica me ha jalado, los ojos del ave son los de Tonatihu, me reintegro al Universo que ha explotado! El Dios me pregunta sin decirlo si es hora de que me aviente la serpiente. Yo me resisto, y veo cómo Tezcatlipoca Negro y Rojo siguen luchando, y mi corazón se hincha en mi alma atemporal y ya no sé si soy finito o infinito, o una combinación antagónica de plenitudes.

Tú estas serena a mi lado, eres mi complemento y suspiras dulcemente en medio de mis batallas, afuera y en mis adentros llueve.


Xotlatzin
Julio 2, 2007.
Houston, TX.


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No me fatiga la tempestad sino la náusea (Séneca).