Ome Tochtli
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Petrificado de placer, agonizaba en la tarde; me bañaba del cristalino fluido helado de recuerdos, los contemplaba pegándome en pulsos hechos de imágenes febriles, los soñaba como estatuas asesinadas y mi penitencia era esa adicción perenne por contarles sus dedos, como lo recomienda Xavier Villaurrutia:
Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera
y el grito de la estatua desdoblando la esquina.
Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,
querer tocar el grito y sólo hallar el eco,
querer asir el eco y encontrar sólo el muro
y correr hacia el muro y tocar un espejo.
Hallar en el espejo la estatua asesinada,
sacarla de la sangre de su sombra,
vestirla en un cerrar de ojos,
acariciarla como a una hermana imprevista
y jugar con las flechas de sus dedos
y contar a su oreja cien veces cien cien veces
hasta oírla decir: «estoy muerta de sueño».
Las turbulentas lenguas solares alborotaban mi cenizo cabello, las veía desde el pedregal basáltico, caliente, húmedo, plagado de tlacuaches y de varillas para apuntalar mis papalotes.
De vez en vez mi perro Jeremías le pedía prestados sus rizos a Tonatiuh, yo sabía que realmente era Xólotl jugando a ser nagual.
Los anhelos juveniles se me escurrían cual resina a un tronco, perfumándome la aureola de pachuli.
Creo que fue cuando vi al conejo, justo en el segundo día en que sorbí mi cántaro con octli, mi cuerpo no deja de reblandecerse desde entonces.
Xotlatzin >< :>
Sábado 3 de marzo de 2007; 19:47 hrs.
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