Malcolm Lowry  


Acabo de leer un artículo sobre la obra y la vida de Malcolm Lowry (Max, 2007); es impresionante cómo la genialidad y el deterioro humano pueden coexistir en un mismo ser. Malcolm era un maestro del simbolismo literario, pero debido a su alcoholismo, era incapaz de concretar sus propios proyectos.

Margerie, su esposa por 17 años, enfocó lo mejor de sus dotes de escritora a los trabajos de Malcolm; juntos ordenaban, corregían manías de escritura, discutían desenlaces y reescribían los borradores de El volcán “Volcano”, diamante en bruto con el que había llegado el novelista al altar en el año de 1940. Tras seis meses de trabajo intenso lograron un segundo borrador de la obra, provisto de buen ritmo gracias a ella y estructurado con múltiples recubrimientos del simbolismo más puro de Malcolm. El manuscrito era aún imperfecto, cuando el agente del Malcolm, Harold Matson, mandó la nueva versión de El volcán a doce editoriales, ninguna lo aceptó. Lowry se colapsó pero Maregrie a su lado se sobrepuso. Poco después escribieron a Matson aceptando que el manuscrito necesitaba de más trabajo.

Restableció la pareja su rutina creativa para depurar la obra, se engancharon en un diálogo escrito, hablado, prolongado, exhaustivo y cuidadoso, reescribieron muchas oraciones una y otra vez, acompañándolas de decenas de galones de whisky y de cientos de pastillas para dormir a lo largo de casi 4 años; Malcolm escribe:

Después de mucho, empezó a percibirse un ruido como de música.

Agonizando el año de 1944 Lowry puso punto final a la novela.

Mientras la pareja revisitaba en México algunas de las localidades en las que se desarrolla la trama, recibieron dos cartas de aceptación para la publicación del trabajo, una oferta era del editor inglés Jonathan Cape y la otra de la editorial norteamericana Reynal & Hitchcock. Nacía así la difusión de una de las novelas más importantes de todos los tiempos, Bajo el volcán, obra que lleva al idioma inglés a rasguñar rincones insospechados del lenguaje.

Margerie nunca alcanzó con sus escritos propios las alturas que visitó con Malcolm, pero él nunca hubiera amalgamado sus atomizadas genialidades sin la participación de ella, la suya fue una cópula de águilas que se olvidaron de la caída libre; su equilibrio era insostenible por mucho tiempo, era anómalo.

Las circunstancias de la muerte de Malcolm son tan difusas como la realidad que él debió percibir tras la ingesta de alcohol, pastillas para dormir, inyecciones de apomorfina y tabletas de vitaminas para contrarrestar la cruda; en una de esas transiciones, la noche del 26 de junio de 1957, a los 47 años, Malcolm dejó de sufrir, pero también de crear, de gritar con frases, de contrarrestar sus infiernos y sus simas a fuerza de destellos literarios.

El genio adormecido de Lowry despertaba en pulsos discretos que zarandeaban al mundo, para sumirse después en los delirios del borracho. Hay poco poético en el alcoholismo.

Margerie, contagiada de cumbres pero también de adicciones, vio estrellarse a su compañero, a su colega, a su cómplice. Hace 51 años que el escritor inglés está debajo de Bajo el volcán, en la región del silencio, en la región de lo negro, como la tumba donde yace su amigo; hace 10 años, a la edad de ochenta y tres, en 1988, ella lo alcanzó al morir en una clínica de Los Ángeles, California, llevándose el misterio de haber sido tanto su apoyo como su posible victimaria.
Bajo el volcán, aclamada por la crítica como la última gran novela modernista, es todavía veta rica para los curiosos que intentan desenredar su red de simbolismos.

Malcom vivió con un pié allá, en ese mundo al cual describió como nunca nadie lo ha hecho, el otro pie lo apoyaba temblorosamente en el mundo “real”; Malcolm anotó al margen de uno de sus escritos, refiriéndose a su hijo ¿cuántos años tiene Tommy? Averiguar.

Vik Doyen, un académico belga que ha hecho un estudio minucioso sobre los documentos que atestiguan el proceso de elaboración del libro El transbordador de octubre, ha declarado su tristeza al ver tanto desperdicio de posibilidades y de genio.

La palabra escrita acompañó casi todo momento de la vida de Malcom, escribía en los bares, en la alberca, en todos lados y en casi cualquier estado de consciencia; él siempre recomendaba -¡Tomen notas! Aquí dejo las mías del articulo: Max, D. T., December 17, 2007, Day of the dead: The New Yorker, p. 76-85.

Xotlatzin >< :> domingo 18 de mayo de 2008; 13:22 hrs.


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No me fatiga la tempestad sino la náusea (Séneca).