Octavio Paz: Entrada en materia  

Te llevé a casa, te encontré perdido y temeroso, arrumbado en la sección más olvidada de los libros que valen diferente.
En la primera página una línea: las dos orillas, en el otro extremo tu lugar de origen, me alargabas no la mano sino el sentido y sentí que el horizonte era curvo y que me contenía circunscrito.
Una nueva hoja se abrió, irónicamente sepultada por una más vieja (los libros deberían de empastarse de manera que uno terminara leyendo la primer página, la más nueva, como lo hace la Tierra), brinqué directamente a la última de sus líneas: solo a dos voces. Octavio es una de ellas, mi lectura completaba el dueto; afiné la voz y leí el primer poema:




Bramar de motores
                                    río en crecida
silbidos latigazos
                                chirriar de frenos
algarabías
                    El neón se desgrana
la luz eléctrica y sus navajazos
Noche multicolor
                                  ataviada de signos
letras parpadeantes
obsceno guiño de los números
Noche de innumerables tetas
y una sola boca carnicera
gatos en celo y pánico de monos
Noche en los huesos
                                      noche calavera
los reflectores palpan tus plazas más secretas
el sagrario del cuerpo
                                         el arca del espíritu
los labios de la herida
la boscosa hendidura de la profecía
Ciudad
               montón de piedras
en el saco del invierno
Crece la noche
                           crece su marea
torres ceñudas con el miedo al cuello
casas templos rotondas
                                             tiempo petrificado
graves moles de sueño y de orgullo
el invierno las marca con sus armas crueles
piedras recomidas hasta el hueso
por el siglo y sus ácidos
                                             el mal sin nombre
el mal que tiene todos los nombres
clavado
enquistado
hasta el meollo del hierro
y las ciegas junturas de la piedra
Ciudad
                                   entre tus muslos
un reloj da la hora
                                  demasiado tarde
demasiado pronto
                                  En tu cráneo
pelean las edades de humo
                                                   en tu cama
fornican los siglos en pena
Ciudad de frente indescifrable
memoria que se desmorona
tu discurso demente
                                       tejido de razones
corre por mis arterias
y repica en mis tímpanos tu sílaba
tu frase inacabada
Como un enfermo desangrado se levanta
la luna
sobre las altas azoteas
La luna
como un borracho cae de bruces
Los perros callejeros
mondan el hueso de la luna
Pasa un convoy de camiones
sobre los cuerpos de la luna
Un gato cruza el puente de la luna
Los carniceros se lavan las manos
en el agua de la luna
La ciudad se extravía por sus callejas
se echa a dormir en los lotes baldíos
la ciudad se ha perdido en sus afueras
Un reloj da la hora
                                   ya es hora
no es hora
                    ahora es ahora
ya es hora de acabar con las horas
ahora no es hora
                                es hora y no ahora
la hora se come al ahora
Ya es hora
                    las ventanas se cierran
los muros se cierran las bocas se cierran
regresan a su sitio las palabras
ahora estamos más solos
La conciencia y sus pulpos escríbanos
se sientan a mi mesa
el tribunal condena lo que escribo
el tribunal condena lo que callo
Pasos del tiempo que aparece y dice
¿qué dice?
¿qué dices? dice mi pensamiento
no sabes lo que dices
trampas de la razón
crímenes del lenguaje
borra lo que escribes
escribe lo que borras
el haz y el envés del español artrítico
Hoy podría decir todas las palabras
un rascacielos de erizadas palabras
una ciudad inmensa y sin sentido
un monumento grandioso incoherente
Babel babel minúscula
otros te hicieron
los maestros
los venerables inmortales
sentados en sus tronos de cascajo
otros te hicieron lengua de los hombres
galimatías
palabras que se desmoronan
Vuelve a los nombres
                                       ejes
anchas espaldas de este mundo
lomos que cargan sin esfuerzo al tiempo
Nombres
                  vidrio mirada congelada
pared máscara de nadie
libros de frente despejada
hinchada de razones enemigas
mesa servil a cuatro patas
puerta puerta condenada
Nombres
                  verdades desfondadas
No pesa el tiempo
                                 es pesadumbre
No están las cosas en su sitio
no tienen sitio
                           No se mueven
y se mueven
                       echan alas
echan raíces
                        garras dientes
tienen ojos y uñas uñas uñas
Son reales son fantasmas son corpóreas
están aquí
                     son intocables
Los nombres no son nombres
no dicen lo que dicen
Yo he de decir lo que no dicen
Yo he de decir lo que dicen
piedra sangre esperma
ira ciudad relojes
pánico risa pánico
Yo he de decir lo que no dicen
promiscuidad del nombre
el mal sin nombre
el nombre de los males
Yo he de decir lo que dicen
el sagrario del cuerpo
                                         el arca del espíritu.


Me saltó el ya es hora; seguí leyendo y se acaba mi camino con el arca del espíritu.

Tú, librito en tu quinta edición, como el Sol en el que vivimos, cotejo la voz de tu autor con la mía, te vistes mejor con tu servidor, ¡que él te forme para que yo te paladee! Salamandra, Cuetzpallin, Tierra, ¡mi útero hecho palabra!

Xotlatzin >< :>
lunes 2 de junio de 2008; 23:40 hrs.


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No me fatiga la tempestad sino la náusea (Séneca).