Gimnasia para mente y alma  

A menudo me sucede que mientras escribo se me van ocurriendo cosas, no es que tenga una visión panorámica “a priori” de lo que quiero decir, es sólo que una idea me lleva a otra, pero cuando pienso sin escribir mis divagaciones se desatan.

Con el primer párrafo de un escrito se propone el tema y sus extensiones se empiezan a presentir, así se fija un punto de referencia que es fácil de verificar releyendo a la vez que se avanza en el escrito, de ser necesario se replantea o se refina el mismo, se borra, se corrige, se añade, estos ciclos nos permiten dirigir al pensamiento en aproximaciones sucesivas hacia un objetivo específico por caminos directos, de esta manera se le va poniendo un cerco a la divagación, o se le tolera de antemano, según sea el propósito, las capacidades y el humor del escritor en turno.

Todas estas ventajas de la palabra escrita sobre la no escrita son posibles por la permanencia de la escritura sobre la volatilidad de la memoria. No dudo que exista algún prodigio que pueda hacer lo mismo mentalmente sin escribir una sola línea, nada es imposible para la mente humana según he oído. De hecho los grandes oradores pertenecen a esa genealogía de genios, pero si se leyera la transcripción de un discurso improvisado, así fuese del mejor orador, sus divagaciones y sus repeticiones saltarían inmediatamente a la vista como nunca lo harían al oído.

He aprendido cuestiones relativamente complicadas aplicando el sencillo truco de la repetición, cualquier maestría es únicamente rutina más un poquito de talento, en general son más apreciados los hombres trabajadores y dedicados que aquellos virtuosos desordenados y perezosos (con sus honrosas excepciones: ¡yo! jajajajajaja).

La rutina de la escritura es una gimnasia para desarrollar el pensamiento ordenado, para ejercitar el análisis, la reflexión, la deducción y la creatividad, potencialidades con las que todo humano hemos nacido.

Repito la receta para alcanzar un cierto grado de confianza en el desarrollo de cualquier disciplina: la rutina, la bendita rutina. El escribir dos páginas al día (~ media hora) arroja la sorprendente cantidad de 730 páginas anuales; los cambios en un individuo que adquiera tales hábitos reflexivos serán evidentes a los ojos de aquellos que no los adquirieron, pero aún más atractivos son los cambios sociales que unos pocos individuos potencialmente pueden producir al contagiar a otros pocos miembros de su entorno.

El escribir también cura la soledad, las depresiones y las neurosis; al escribir uno platica con la única persona que sabe tanto como uno, es decir, con uno mismo; la magia se establece al lograr romperse el silencio, el aislamiento, entonces el ejercicio mental y moral se convierten en una confesión y por lo mismo en una liberación, en una purga de pensamientos que el sistema llamado individuo necesita evacuar. El monologo interno que no tiene una representación en el mundo externo llega a mermar, tarde o temprano, el equilibrio físico y mental del constipado doliente.

Invito entonces a mis lectores, ¿sólo está mi fiel mi mismo?, no importa, te invito entonces a escribir tus dos páginas diarias y a ahorrarte la visita a la iglesia, al psicólogo y a la cantina; bueno, el último sitio se puede discutir “en petit committee”.

Xotlatzin >
miércoles 5 de marzo de 2008; ~22:00 hrs.
fecha maya: 12.19.15.02.08


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No me fatiga la tempestad sino la náusea (Séneca).