Sobre el estudiar y el estudiante de José Ortega y Gasset
Tenía cinco años hace treinta y tres, cuando oficialmente en el grado de pre-primaria se me dio el título de estudiante. Hasta hace una hora me enorgullecía cuando al llenar mis boletas aduanales marcaba una “x” en la casilla que indica estudios como motivo de mi traslado a un país en el que no nací biológicamente.
Debo confesar que no ha sido poco el dinero que han gastado mi país, mis amigos, mi esposa y mis padres en mi educación, y si agregamos los honorarios que he decidido no ganar, hacen de la suma total una pequeña fortuna sacrificada en aras del estudio, sin contar lo más valioso, el tiempo.
He estado literalmente “años hombre” frente a un número considerable de gente que ha sabido más que yo sobre diversos temas, y que ya sea por vocación o por ética académica se han esforzado generosamente (en diferentes grados) en transmitir conocimientos a sus alumnos accidentales.
He de decir que tengo relativa facilidad para seguir una argumentación compleja, para entender la lógica y los mecanismos por medio de los cuales se llega a las solución de diversos tipos de problemas planteados (triunfo de la genética y de nuestro sistema educativo); pero hace pocos años se apoderó de mi mente una especie de rebeldía contra el magisterio, lo que me ha traído algunos conflictos con mis queridos profesores, pero lo más inquietante es que me ha dejado en una atmósfera de culpabilidad.
Con relativa prontitud me sorprendo hastiado por la obligación de cumplir mandatos de mi comité académico; podría dar varios ejemplos menores como el hacer un cartel que muestre mis progresos; pero mi enojo es sólo evidencia de un dulce daño que puede desencadenar la consecuente liberación de mis pesares.
La latente válvula por la que se pueden escurrir mis descontentos se dibujó tras la lectura de un trabajo de José Ortega y Gasset, español nacido en 1883, década en la cual nació mi abuelo paterno.
Tras su breve pero sustanciosa lectura me di cuenta, casi con horror, de que yo no considero el dejar el proyecto de mi doctorado sin resolver como un fracaso de mi vida, por lo tanto podría prescindir de su solución y consecuentemente es algo que no busco porque no me es vital. Aquí precisamente está mi drama y el fracaso del sistema educativo internacional, no únicamente del mexicano.
Hay un requisito indispensable para adquirir sabiduría de acuerdo con Ortega y Gasset y es la necesidad, no es el deseo lo que lleva propiamente al saber, es la necesidad, es la sed de sabiduría lo que te convierte en crítico y pre juicioso de cómo las cosas han sido explicadas por otros. Cuando no me nace mostrar un cartel es porque sé que el tema de mi proyecto doctoral me ha sido dado, impuesto de alguna forma, es alóctono a mi curiosidad y por lo tanto es imposible de aprender.
Ortega dice que el agravio que se hace a los seres humanos es el colocarlos desde temprana edad en la situación de estudiante, se les obliga a hacer algo falso, a fingir que sienten una necesidad que no sienten, las personas se ven obligadas a interesarse por lo que no les interesa.
El pensador español coincide con el filósofo alemán. Ortega dice que el hombre es propiamente sólo lo que es auténticamente por íntima e inexorable necesidad; Nietzsche dice “Todo lo bueno es instintivo”.
El hacer cualquier cosa no nos hace hombres, sino ser lo que irremediablemente se es.
Cuando el estudiante se ve ante una montaña inmensa de conocimientos acumulados tras siglos del hacer humano que ha alcanzado el saber (conocimientos buscados, no impuestos) es cuando se cumple el triste hacer humano que es el estudiar. Al obligarnos los maestros a tragar el conocimiento, nos introducen en la mente, según Ortega y Gasset, un cuerpo extraño, un repertorio de ideas muertas, inadmisibles, o lo que es lo mismo, inertes, que al no ser espontáneas carecen de autoctonía, son extrañas, inteligibles y por lo tanto irreales. Al no ser asimiladas auténticamente, el hombre queda intacto, inculto, bárbaro.
El requisito para estudiar cualquier ciencia es el que preocupen espontánea y verdaderamente sus cuestiones.
“Mal puede nadie entender una respuesta cuando no ha sentido la pregunta a que ella responde”.
Ortega y Gasset me advirtió con tiempo que no bastaba con ser buen estudiante para lograr asimilar la ciencia ya que el problema del estudiar tiene la doble naturaleza de ser necesaria e inútil.
Enseñar, es enseñar la necesidad de una ciencia y no enseñar la ciencia cuya necesidad sea imposible hacer sentir al estudiante.
Aquí está la puerta al final del túnel, si bien no lograré hacer mío el proyecto que sembraron en mi mente (pues nunca será espontánea mi preocupación por sus cuestiones, a lo más serán contagiadas), sí he comprendido la lección.
Mis propios proyectos esperan, mi ansiedad de conocer está viva y mis estudiantes venideros serán advertidos de que el único camino liberador, la única forma de llegar a ser, es necesitar ser; será requisito adicional el que cada quien escoja sus propias rutas con pies ansiosos por caminarlas y con la lectura de Ortega y Gasset como cantimplora.
Xotlatzin >< :>
Martes 18 de septiembre de 2007; 09:22 hrs.
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