Persiguiendo la nada
Nació una década anterior a la mía. Aparte de ser una excelente investigadora, sus inquietudes la llevaron a pedirle a su esposo que le permitiera internarse unos años en un templo budista; él espera a que ella termine su búsqueda, ahora su unión es más fuerte que nunca (comunicación personal de ella, 2007). Todo comenzó en el Tíbet.
En una excursión profesional un grupo de científicos visitaba un templo budista, al salir del recinto, en el umbral, la mirada de ella se cruzó con la de un joven monje, justo en el techo del mundo y a la orilla de sus búsquedas. Se miraron una fracción de segundo y no surgió pasión, no hubo chispas de amor, sólo serenidad, una paz de útero que la dejó fascinada por unos breves instantes en los que nació lo eterno.
-¿Qué persigues? -Le pregunté.
-Nada. -Contestó.
Lo más difícil es desear la nada, pensé.
Ella se ejercita y medita para parar su diálogo interno, según me dijo, sólo así se puede percibir la realidad pura, la cual es bloqueada continuamente con nuestras interpretaciones. Me acordé otra vez de mi cámara con sus filtros.
–Si lo logras, si dejas de platicar contigo, dejas de interpretar al mundo y puede gozar de uno de esos estados en los que te quedas ante la verdad desnuda y única de las cosas, estados “iluminados” de percepción, de sincronía con el Ser Único, con El Buda. -Me dijo mientras trataba de estacionar su vieja Caribe frente a una casa de los años treintas convertida en templo budiata, en plena colonia Roma de la actual Tenochtitlán.
-El individuo en búsqueda puede tener, a lo largo de su vida, varias experiencias iluminadas, o ninguna, pero eso es irrelevante porque lo que importa es el prepararse para favorecerlas. -Me explicaba mientras indicaba con su ejemplo que me quitara los zapatos en la salita iluminada de la entrada.
Ce Tecpatl, mi padre, me ha dicho que los cambios se gestan durante lapsos muy prolongados, que se manifiestan o se hacen perceptibles aparentemente “en un instante”, pero que seguramente la transformación al budismo de mi amiga no nació en el Tíbet, sólo se reveló en ese momento y en ese lugar lo que ella toda su vida había buscado; sé que su felicidad está en el caminar y nunca en el destino.
Yo pienso que los mexicanos no tenemos que ir tan lejos, tenemos a Ometéotl si se va a tratar de equilibrios, para parar el diálogo interno nomás hay que leerse Las Enseñanzas de Don Juan y los otros doce tomos que Carlitos Castaneda nos dejó formaditos, ahora, si de volverse uno con el Ser se trata, ¿a quién no le basta con su pareja? o ya poniéndonos filosóficos eso se logra quemándole copal a Xipe Totec revestido de primaveras (yo opto por ambos rituales, cuando se puede). Un mezcalito, tequila, peyote o toque de mota detiene cualquier diálogo (interno o externo) y en una de esas hasta el corazón se anda reventando. Yo en lo particular gozo con mis monólogos interminables y ojala que no paren.
Me puse mis zapatos, me despedí, salí del templo y me dirigí a la estación del metro División del Norte mientras pensaba: ¿Habrá monjas tibetanas que pudieran perturbar mi vida con Metztli? -¡No importa si no las busco!
-¡Cada quien sus rutas! – Me dijo una voz interior, agradecida de no haber sido sofocada.
Xotlatzin >< :>
jueves 22 de mayo de 2008; 22:29
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